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Discurso del Embajador Karsten Warnecke en el Día de la Unidad Alemana 2024
Embajador Karsten Warnecke enseña un pedazo del muro de Berlín durante la celebración del Día de la Unidad Alemana en Managua, © Migeul
Excelentísimo Ministro de Relaciones Exteriores, Señor Valdrack Jaentschke,
Honorable Viceministro, Señor Iván Lara,
Representantes del Gobierno de la República de Nicaragua,
Estimados Miembros de la Comunidad Diplomática,
Conciudadanos alemanes,
Amigos de Alemania,
Señoras y Señores
¡Hoy celebramos el Día de la Unidad Alemana!
La Fiesta Nacional Alemana celebra que las dos Alemanias vuelven a estar unidas. Con este motivo, las embajadas y consulados generales alemanes de todo el mundo recuerdan hoy los acontecimientos de hace treinta y cinco años que condujeron a este momento histórico: la revolución pacífica que tuvo lugar en Alemania Oriental, la República Democrática Alemana. Estos extraordinarios eventos y su contexto histórico se ilustran en una pequeña exposición al fondo de esta sala que les invito a visitar. Los acontecimientos históricos retratados tienen un gran significado para nosotros como alemanes, incluso hoy en día. Y tienen un significado especial para los berlineses como yo. Sí, «Ich bin ein Berliner», yo soy un berlinés.
Nací en Berlín Occidental y era un bebé cuando se levantó el Muro en agosto de 1961. El Muro dividió aún más a las dos Alemanias de posguerra al separarlas físicamente por completo. También separó familias, como la mía. Crecí en Berlín Occidental, en una isla, rodeada por el impenetrable Muro de Berlín. Crecí con la realidad aparentemente inquebrantable de dos Alemanias.
En enero de 1989, el líder de Alemania Oriental, Erich Honecker, anunció que el Muro de Berlín «seguirá en pie dentro de cincuenta e incluso dentro de cien años». No tenía motivos para dudarlo.
Ese mismo año, hace treinta y cinco años, yo vivía en Berlín Occidental como estudiante universitario. Había aprobado el examen escrito de ingreso en el Servicio Exterior de Alemania Occidental y estaba a punto de dar la bienvenida al mundo a mi hija mayor. Con el inicio de mi carrera diplomática y la inminente paternidad, eran momentos emocionantes y decisivos para mí. No sabía entonces que también se avecinaban cambios sísmicos para el pueblo alemán.
El nueve de noviembre de 1989, el secretario de información del partido gobernante, Guenter Schabowski, estaba dando una rueda de prensa vespertina habitual. Anunció que se había decidido «flexibilizar» las estrictas restricciones de viaje existentes. Un periodista extranjero preguntó: «¿Cuándo entrará en vigor?» A lo que el desprevenido Schabowski respondió: «Creo que con efecto inmediato». Esta noticia se difundió inmediatamente de boca en boca en Berlín Este y por los medios de comunicación occidentales. La gente interpretó su declaración en el sentido de que podían viajar con efecto inmediato. Miles de personas acudieron espontáneamente a los puestos fronterizos y exigieron a los desinformados y confusos guardias fronterizos fuertemente armados que les dejaran pasar.
Al acostarme esa noche, vi esto por casualidad en la televisión y primero pensé que era un programa satírico. Pronto me di cuenta de que era real. Me fui al Muro para verlo con mis propios ojos. Para entonces, cientos de alemanes del Este lo atravesaban, a pie y en coches. Todo el mundo vitoreaba y celebraba. Los días y semanas siguientes el flujo continuó, con miles de personas inundando Berlín Occidental para ver el «territorio enemigo», visitar a sus familiares y comprar bananos, una rareza en Alemania Oriental. Por aquel entonces yo trabajaba en la oficina de información turística de Berlín. Repartí cientos de copias de mapas de calles del «territorio blanco» de Berlín Occidental. Les daba indicaciones para llegar a lugares de interés de los que sólo habían oído hablar y a direcciones de familiares.
Más tarde acepté un trabajo temporal en el medio de comunicación estadounidense NBC, ayudando a informar de primera mano sobre los acontecimientos. En marzo de 1990 cubrimos las primeras y últimas elecciones libres en Alemania Oriental. Se eligió un nuevo gobierno que perseguía el deseo del pueblo de Alemania Oriental de justicia, libertad y unidad. Organizó la transición pacífica y la adhesión de la República Democrática Alemana a la República Federal de Alemania.
En mayo de 1990 comencé mi trabajo como funcionario del servicio exterior. Mi cohorte era la última única de Alemania Occidental. Medio año después Alemania se reunificó. Lo que había sido un país dividido en dos Estados hostiles volvía a ser uno solo.
En mi trayecto diario al Ministerio de Asuntos Exteriores paso por el lugar de la famosa y fatídica conferencia de prensa. La sala es hoy un monumento conmemorativo con un gran escaparate a la calle.
Y tengo este trozo del Muro. Yo mismo lo astillé, por lo que estoy cien por ciento seguro de que es un original. Me desplazo con él por todo el mundo. Me recuerda los acontecimientos históricos que se desarrollaron en 1989 y 1990. Me recuerda tiempos muy duros y realidades que quedaron atrás. Me recuerda cómo la esperanza prevalece sobre todo.
No es que todo sea perfecto en la Alemania actual. Pero los alemanes somos libres, vivimos en justicia y estamos unidos. Como alemanes somos parte integrante de la familia de la Unión Europea, que ha sido garante de la paz y la prosperidad dentro de nuestras fronteras. Como tales, nos solidarizamos con el pueblo ucraniano en la defensa de su libertad.
Soy nuevo en Nicaragua. Llegué con mi esposa y nuestro hijo menor hace dos meses. No deja de asombrarme la belleza de este país y la calidez del pueblo nicaragüense.
Como muchos de ustedes saben, Alemania y Nicaragua mantienen estrechas relaciones. Tras la revolución sandinista, miles de voluntarios de Alemania Oriental y Occidental vinieron a ayudar en los programas de alfabetización y en las plantaciones. Y muchos de ellos han permanecido en el país hasta hoy. Establecieron amistades personales y contactos duraderos entre nuestras dos sociedades. Unas treinta asociaciones de ciudades hermanas han evolucionado y prosperado a lo largo de los años. Y desde hace más de 50 años el Colegio Alemán-Nicaragüense, es una institución educativa y cultural establecida que crea vínculos entre los jóvenes de ambos países. Queremos mantener estas relaciones excepcionalmente estrechas y ampliarlas en el futuro.
Al final, me gustaría dar las gracias a nuestros patrocinadores, Ritter Sport y Flor de Caña, una empresa alemana y otra nicaragüense, por su generoso apoyo a la celebración de hoy. También quiero agradecer a la banda Katz por sus interpretaciones de los himnos nacionales y su entretenimiento esta noche.
En este Día de la Unidad Alemana, brindo por «Unidad y Justicia y Libertad», las palabras iniciales de nuestro himno nacional y el lema no oficial de Alemania. Por favor, únanse a mí en un brindis por el pueblo alemán, por el pueblo nicaragüense y por la amistad que les une.
Viva Alemania!! Viva Nicaragua!