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Embajador Bundscherer en ocasion del aniversario de la muerte de Hans y Sophie Scholl
Hans y Sophie Scholl miembros del grupo de resistencia contra el nacionalsocialismo "La Rosa Blanca", © dpa
Un día como hoy hace 80 años, el 22 de febrero de 1943, tres jóvenes estudiantes de Múnich fueron condenados a muerte por el "Tribunal del Pueblo" nacionalsocialista en un juicio relámpago por "desmoralización de las tropas” y “conspiración y traición a la patria" y privados de sus derechos civiles "para siempre". Esa misma tarde, Christoph Probst, Hans Scholl y su hermana Sophie fueron ejecutados en la guillotina. Frente a la guillotina, Hans gritó sus últimas palabras: "Viva la libertad". Su hermana también mostró coraje. El verdugo dijo más tarde que nunca había visto morir a nadie con tanta valentía como Sophie, de 22 años.
Cuando estudiaba en la Universidad de Múnich, me paraba devotamente casi todos los días ante el monumento conmemorativo de estos tres jóvenes héroes alemanes y sus "cómplices". ¿Qué habían hecho? Los tres procedían de hogares cristianos donde se les inculcaron los valores de la libertad y la dignidad humana a una temprana edad. La dictadura nacionalsocialista, la persecución de los judíos y la guerra de exterminio en Europa del Este no les dejaron descansar. Así que decidieron pasar a la acción. Se reunieron conspirativamente en un pequeño grupo, entre ellos un profesor: Kurt Huber, quien sería ejecutado unos meses después que ellos tres.
Los estudiantes consiguieron papel y una copiadora manual, sobres y sellos. Escribieron cientos de volantes contra la guerra y la dictadura y las enviaron por correo. Pintaron consignas en las paredes de las casas y también dejaron panfletos en la universidad, donde finalmente fueron descubiertos y denunciados por un conserje.
Cuando el diabólico presidente del tribunal, Roland Freisler, preguntó a Sophie por el motivo de su acción, respondió: "Al fin y al cabo, alguien tiene que empezar. Lo que dijimos y escribimos es lo que muchos piensan. Sólo que no se atreven a decirlo".
Menos de dos años después, el juez asesino recibió su castigo: Freisler murió en el palacio de justicia durante un ataque aéreo. Los alemanes le recuerdan sólo a regañadientes. Pero los hermanos Scholl y Christoph Probst siguen siendo hoy nuestros héroes.